Tratamiento de la ansiedad

Ataques de ansiedad. Ansiedad generalizada. Fobias. TOC. Trastorno por estrés postraumático.

¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es una emoción que cumple una función adaptativa de cara a la supervivencia. Unas veces activa nuestro organismo para ayudarnos a afrontar retos o tareas pendientes, otras nos moviliza para defendernos de posibles peligros o amenazas. En ocasiones, actúa como una señal de alarma indicándonos que necesitamos parar, o nos avisa de que no estamos haciendo aquello que queremos hacer o que más nos conviene.

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¿Cuándo se convierte la ansiedad en un problema?

La ansiedad, como cualquier alarma, resulta molesta y muchas veces en vez de tratar de averiguar porque “suena”, intentamos “apagarla”: comiendo en exceso, fumando, bebiendo… evitando situaciones o tareas donde suele aparecer, etc. Pero al ser necesaria para la supervivencia, nuestro cuerpo nos impide ignorarla y cuando intentamos hacerlo, aparece con mayor intensidad y de peor manera, limitando e interfiriendo cada vez más en nuestra vida, para que no nos quede otro remedio que “escuchar” aquello que quiere comunicarnos y obligarnos a hacer los cambios pertinentes en nuestra vida.

La ansiedad se convierte en un problema cuando aparece ante situaciones que no suponen un peligro real, pero que nosotros (fruto de nuestro aprendizaje y experiencias de nuestra propia vida) interpretamos como peligrosas o amenazantes y ello nos provoca un importante malestar y/o interfiere en nuestra vida cotidiana. Aquí el trabajo consistiría en averiguar cómo se ha ido produciendo dicho aprendizaje, con el fin de poner en duda dichas “creencias irracionales” aprendidas e irlas sustituyendo por otras más “racionales”.

La ansiedad es una emoción muy versátil, pudiendo aparecer de múltiples maneras y formas.

Ataques de pánico o crisis de ansiedad.

Episodios en los que la ansiedad aparece repentinamente y de manera aguda, generando una sensación de angustia tan intensa a nivel físico y emocional, que la persona llega a temer por su vida. Al principio, estos ataques aparecen de manera inesperada, sin una razón aparente o ligados a un desencadenante puntual (por ejemplo: un “susto”, noticia o acontecimiento grave) o una situación de cúmulo o sobrecarga (cansancio, tras haber realizado un fuerte esfuerzo físico, haber dormido mal, hallarse en un lugar concurrido, etc). Sufrir un ataque de ansiedad o ataque de pánico, es algo relativamente frecuente, que puede pasarnos a cualquiera. Muchas veces no va más allá y se supera sin ninguna medida, todo depende de cómo lo vivamos y de la importancia que le demos.

¿Cuándo se convierten los ataques de ansiedad en un problema?

A veces, aparece lo que se denomina: trastorno por ataque de pánico/ansiedad o crisis de angustia. Hay personas que viven estos ataques de una manera tan desagradable o les preocupa tanto que dicho ataque de ansiedad pueda aparecer de nuevo, que intentan evitar, a toda costa que les vuelva a suceder. Para ello, comienzan a evitar posibles situaciones donde creen que podría pasarles y esto va, poco a poco, interfiriendo en su funcionamiento diario y limitando su vida. Lejos de solucionar el problema, lo va agravando cada vez más, llegando un momento en que la persona siente que la situación se le está yendo de las manos y, precisamente, el miedo a que eso pase provoca que los ataques de ansiedad sean cada vez más frecuentes y se vayan asociando a mayor número de situaciones, que la persona procura evitar, generando un “círculo vicioso” que requeriría para su solución de la intervención de un especialista o psicólogo.

Preocupaciones excesivas o trastorno por ansiedad generalizada.

La ansiedad, además de movilizarnos y activarnos para afrontar con éxito determinadas situaciones, nos ayuda a detectar posibles amenazas o peligros y a anticipar situaciones para protegernos. Pero hay veces en las que dichas preocupaciones se llevan a tal extremo, que aparece el denominado: trastorno por ansiedad generalizada, en el que la persona quiere controlar tanto una situación o evitar que algo suceda, que se genera una especie de estado de alerta permanente, haciendo que sea incapaz de relajarse y viva en un continuo estado de tensión o alarma, provocándole ello, una fuerte sensación de malestar e incapacidad para concentrarse otras cosas.

 Fobias

Todos tenemos miedos. El miedo es una emoción necesaria para la supervivencia, nos protege de posibles peligros o amenazas. La mayoría tenemos también algún tipo de fobia, es decir, algo (situación, cosa, acontecimiento, etc.) que nos provoca un miedo irracional o desproporcionado.

¿Cuándo se convierten las fobias en un problema?

Todo depende del grado de malestar que nos produce aquello que nos da miedo y, sobretodo, del grado en que interfiere en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, no es lo mismo tener fobia a las serpientes viviendo en España, que si vivimos en Australia, no nos va a afectar igual. Siguiendo con el ejemplo, tampoco va a ser lo mismo tener fobia a las serpientes (que rara vez nos vamos a encontrar con una, a no ser que vayamos al campo), que tener fobia a la gente (fobia social), de la que estamos continuamente rodeados. Tampoco sería igual tener fobia a hablar en público si somos fontaneros, que si somos profesores o actores. Curiosamente, las fobias, al ser una de las formas en que se manifiesta la ansiedad, (que como ya hemos visto, viene a ser una especie de “alarma o piloto rojo que se nos enciende”) a pesar de su carácter desadaptativo y limitante, tienen la función de avisarnos de que algo no marcha bien y, como consecuencia, suelen golpearnos donde más nos duele para “llamar nuestra atención” hacia algo, impedirnos seguir haciendo algo que a la larga no nos beneficia, etc. Es decir, cuando la ansiedad se nos manifiesta en forma de fobia puede pasar por ejemplo, que nos aparezca justamente una fobia a volar si somos pilotos aéreos, una fobia a conducir si somos taxistas, una fobia a la gente si somos muy sociables o trabajamos de cara al público, etc.

 

 Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC)

Hay ocasiones en que la ansiedad se manifiesta en forma de pensamientos intrusivos y recurrentes muy desagradables para la persona que los padece y/o en forma de comportamientos repetitivos que la persona se ve obligada a realizar una y otra vez para contrarrestar dichos pensamientos o para evitar que “algo malo suceda” si no los lleva a cabo. Dichos pensamientos y conductas son vistos por la propia persona como absurdos o raros, provocándole un profundo malestar y, generalmente, haciéndole perder mucho tiempo, generándole problemas para concentrarse en otra cosa que no sea eso, etc. Se ha visto que, dichos pensamientos suelen estar relacionados con cosas que la persona tiene miedo que pasen o que van en contra de su moral o principios. Por ejemplo, personas muy religiosas a las que les aparecen pensamientos de blasfemia, madres que acaban de tener un bebé y piensan que le van a hacer daño, personas que ven mal el suicidio y piensan que se van a suicidar, etc…Se ha visto que la ansiedad suele aparecer de esta manera en personas con mucho miedo a perder el control o que creen que si se piensa algo es porque acabará pasando o acabarán haciéndolo.

Trastorno por estrés postraumático

El trastorno por estrés postraumático es un trastorno de ansiedad que aparece en personas que han sido víctimas de un episodio traumático o trauma. Hay dos tipos de traumas:

Trauma tipo 1: producido por un acontecimiento o situación altamente aversiva, donde la persona siente un miedo intenso por ver amenazada su vida o integridad física (accidente, violación, guerra, catástrofe, etc.).

Trauma tipo 2: provocado por situaciones o acontecimientos altamente estresantes, mantenidos en el tiempo (mala relación familiar o de pareja, mal ambiente laboral, problemas económicos graves, etc.)

Es importante señalar que no todas las personas que viven este tipo de situaciones desarrollan el trastorno por estrés postraumático. La historia de vida, aprendizaje y experiencias pasadas de cada persona juega un papel importante a la hora de desarrollar o no un trauma, de igual manera que, hay personas más vulnerables a ser traumatizadas por determinados acontecimientos o situaciones y no por otras y viceversa.

Síntomas del trastorno por estrés postraumático:

Los síntomas del trastorno por estrés postraumático no siempre aparecen de manera inmediata, en algunos casos pueden hacerlo, incluso, años más tarde de suceder dicho acontecimiento traumático. Los signos más característicos son:

–Flashback o rememoración del acontecimiento traumático, pesadillas relacionadas con el mismo, o recuerdos vívidos involuntarios asociados.

-Alucinaciones con la idea de que se repite el acontecimiento traumático.

-Extrema ansiedad al entrar en contacto con las personas, lugares o cualquier detalle que recuerde al acontecimiento. Lo que provoca que la persona evite conversaciones, lugares, personas o cualquier otra cosa relacionada con el trauma.

-Síntomas de ansiedad a nivel simpático o de carácter fisiológico como por ejemplo, palpitaciones cardiacas, sudoración, falta de aire, etc.

-Lagunas mentales o incapacidad para recordar detalles importantes del evento traumático.

-Bloqueo emocional o sentirse psíquicamente distante (como se diría coloquialmente hablando, la persona “ni siente ni padece”).

-Pérdida de interés y disfrute de actividades donde antes disfrutaba.

-Sensación de inquietud o hiperactividad, provocándole problemas de concentración, dificultad para dormir, irritabilidad o alarmarse con mucha facilidad.

Estos síntomas duran más de un mes e interfieren en la vida cotidiana y funcionamiento normal de la persona.

Se ha visto que las personas traumatizadas que reciben apoyo psicológico y consejo especializado inmediatamente de suceder el acontecimiento desencadenante del trauma, son menos propensas a sufrir el síndrome o trastorno de estrés postraumático, por lo que se recomienda acudir a un profesional especializado o psicólogo lo antes posible.

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